Se habla bastante de esta escritora ahora en especial, cuando gano el Nobel.
No he leído el resto de su obra como para dar una opinión general, pero conozco un poco de la cultura asiática gracias al consumo de animes, videojuegos y otras yerbas, por lo cual algo de cómo se manejan entiendo.
La cultura de Corea del Sur es super capitalista, quizás aún más que la de Japón. Se trata de una sociedad del superrendimiento, de la competencia constante con los demás, del consumo y de tener unos estándares tan altos, que la gente padece depresión, alcoholismo y no hablemos de la alienación. Es más común que una familia acuerde el matrimonio de sus hijos, para la continuación del linaje, que uniones románticas. Incluso es común (en el caso de Japón) la adopción de hombres adultos con tal de que un apellido no se pierda.
Una persona que explica bien lo que es vivir en la sociedad surcoreana y la dificultad de encajar es Sujin Kim o más conocida como Chinguamiga, quien explica que fue su emigración a México la que le salvó la vida, tanto ella como la de su hermana. Pero les dejo ahí el link para que la escuchen a ella.
La vegetariana nos cuenta, desde el punto de vista de tres personajes, cómo el repentino cambio de actitud de "una mujer insulsa" pone en jaque y discusión las relaciones sociales en una familia típica, al negarse a comer carne, pero no solo eso, sino a rechazar todo aquellos que tenga origen animal, ya sea ropa, objetos, etc.
Se nos ofrece la mirada del esposo, que la escogió por ser una mujer "sobria y sin una traza de frescura":
Antes de que mi mujer se hiciera vegetariana, nunca pensé que fuera una
persona especial. Para ser franco, ni siquiera me atrajo cuando la vi por
primera vez. No era ni muy alta ni muy baja, llevaba una melena ni larga ni
corta, tenía la piel seca y amarillenta, sus ojos eran pequeños, los pómulos
algo prominentes, y vestía ropas sin color como si tuviera miedo de verse
demasiado personal.
La del cuñado, quien en su búsqueda artistica se siente atraido por aspecto androgino y la naturaleza animal a la cual la protagonista ha regresado en su nuevo comportamiento, convirtiendola en el liezo donde descargar su deseo frustrado:
Sintió escalofríos al percibir los ligeros estremecimientos de su cuerpo,
como si las pinceladas le provocaran cosquillas. Mucho más que simple
excitación, sintió conmoción, como si estuviera tocando algo prístino y
primigenio, como si se estuviera electrocutando continuamente con cientos de
miles de vatios de electricidad.
Y finalmente, la de la hermana, quien irá visitarla en su ultima residencia, un hospital psiquiatrico, donde intentan a toda fuerza hacerla comer, y quien nos cuenta cómo ha tenido que lidiar con la situación:
El tiempo, que es un
torrente ecuánime hasta la crueldad, se llevó en sus aguas su vida firmemente
asentada alrededor de la paciencia.
Hay lectores que cree que es una historia sobre el veganismo, pero no creo que sea eso. Yeonghye no cambia por una decisión moral, religiosa o siquiera social: ella cambia por unas pesadillas sobre sangre y muerte que comienza a acosarla, y que ella vincula, en su trastorno, con el consumo de alimentos de origen animal (spoiler: las pesadillas no se marchan).
En mi opinión, es una obra que habla sobre alienación, la soledad y el tedio. El tedio de tener que cumplir un papel en la sociedad, en obedecer al padre o en su defecto al esposo (recordemos que tanto Corea del Sur como Japón son culturas de marchado patriarcado), donde, si uno no encaja, no es culpa del sistema, sino que no se ha comprometido lo suficiente como para encajar en el mismo. Kim Inhye se ha hecho la cirugía de agradamiento de ojos y lleva adelante una exitosa tienda de cosméticos, en oposición, Yeonghye busca volver a un estado anterior, a convertirse en un árbol, con tal de dejar de sentir el dolor que la agobia.
No es un libro de lectura sencilla. Tampoco es del tipo que uno recomendaría al azar, ya que tampoco se nos da una respuesta concreta a la situación que nos plantea.
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